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Marzo 2013
Marzo 2013

La historia de Lola: del otro lado de la mesa a la pequeña pantalla

Elena Serrano Ferrández

Especialista en Medicina Familiar y Comunitaria CAP Ca N´Oriac. Sabadell. Barcelona

Elena Serrano Ferrández

Especialista en Medicina Familiar y Comunitaria CAP Ca N´Oriac. Sabadell. Barcelona

A través de la narración de un caso clínico cierto se plantea la importancia de la comunicación con el paciente como herramienta de trabajo y también como herramienta terapéutica. Se plantean algunos factores que  pueden influir en el manejo de dichas herramientas, como la incertidumbre ante la búsqueda de un diagnóstico, la vivencia personal del paciente, los matices diferentes que adquieren los tiempos de espera entre el profesional y el paciente, y otros. El caso clínico cierto se debería construir con datos duros y blandos aportados por el profesional y por el paciente. No siempre es posible y se hace la propuesta en el texto de la película “Wit. Amar la vida” como herramienta con capacidad empática e identificadora para con el paciente.

 

La historia de Lola: del otro lado de la mesa a la pequeña pantalla

Conocí a Lola de manera casual. Su médico estaba de vacaciones cuando, aquella tarde de jueves, acudió a la consulta porque tenía pendiente conocer el resultado de una radiografía de tórax. Recuerdo que su expresión, de cierta seriedad, me hizo preguntarme si era habitual en ella o quizá se mezclaba algo de preocupación por la información pendiente de conocer. La entrevista se entrecortaba por el síntoma que la había llevado a consulta hacía unas 2 semanas: una tos que no terminaba de marchar, tras 1 mes de evolución. Su historia era más bien escueta pues solo constaba el antecedente de tabaquismo y algún episodio banal agudo resuelto. A sus 52 años, nunca había requerido ausentarse de su trabajo por una baja laboral como profesora de filosofía en la universidad. Percibía que quizá le inquietaban mis preguntas, que intentaban dar algo más de contenido al encuentro de un resultado de una radiografía.

 

Así pues, el silencio nos acompañó en el tiempo durante el cual pude acceder a la radiografía y al informe complementario. Con la información disponible de su historia y mi interpretación de la imagen, surgió una discrepancia acerca de la orientación diagnóstica de neumonía descrita en el informe. Propuse a Lola realizar una exploración física, que resultó ser normal. Salvo esa tos que había podido escuchar y una leve disfonía que ella confirmó como nuevo síntoma. Compartí con Lola mi discrepancia con el informe y consideraba la opción de realizar una tomografía computarizada (TC) torácica para obtener algo más de información. Y de ahí sus preguntas de por qué no la indicación de un antibiótico que quizá le curase esa tos y nos permitiría ir «avanzando», de por qué no estar de acuerdo con el informe de un radiólogo, qué es eso «otro» que buscamos...

 

Fui respondiendo a cada una de sus preguntas y al percibir cierta reticencia por lo que le planteaba, le propuse la opción de comentar la radiografía y mi impresión con un radiólogo al cual podemos consultar a través del correo electrónico. Le planteé iniciar tratamiento para la tos con codeína pero no quiso, no quería aliviar solamente el síntoma sino curarse, me dijo. Aquí uno de los momentos «sagrados»1 en que las palabras y los silencios compartidos están más llenos de incertidumbre que de seguridad. Escribo que percibía cierta reticencia, es la percepción al otro lado de la mesa, pero entiendo su sorpresa si quizás acudía con una expectativa de tratamiento tras una prueba; otra es el camino sobre arenas movedizas que parecía dibujarse y, cómo no, el encontrarse con una «desconocida» y su forma de comunicar con incertidumbre.

 

La respuesta del radiólogo coincidía en que según el contexto clínico y la imagen radiológica, se debería realizar otra prueba para valorar una neoplasia en el pulmón izquierdo. Tenía dos opciones: pedir la prueba e informar a Lola por teléfono o citarla en consulta y ofrecerle un espacio para abordar sus preguntas. Supuse que los silencios, las cuestiones, las dudas... surgirían en ambas opciones, pero el lenguaje no verbal con el que se puede escuchar, acompañar, estar... de la alternativa presencial me hizo inclinarme por ella, por mucho que me impusiese y me pareciese más difícil. Qué decir y cómo, si hablar de lo que buscamos o no, cómo lidiar con la incertidumbre... todas estas cosas que poco se aprenden de los libros de pregrado.

 

Lola acudió a la consulta con la misma expresión de seriedad que el primer día. Se sentó y compartí con ella las novedades. Apenas habían pasado 2 días y me dijo que estaba igual respecto a sus síntomas. Segunda consulta sagrada. Sus preguntas fueron dos y directas: una, plantear la posibilidad de solicitar otra opinión externa, de otro profesional y otra, saber qué estábamos buscando, si no era una neumonía, con la TC. Intenté explicarle tendiendo hacia un punto intermedio de verdad tolerable entre los polos de información adornada y de información cruda (con palabras directas como cáncer o neoplasia), pero reflexionaba la diferencia entre comunicar un diagnóstico de neumonía y otro de búsqueda de algo más... Desde su aspecto cuidado pero con su cuerpo algo flexionado sobre sí misma, apretando su bolso contra su cuerpo, quedó sobre la mesa una expresión: «el paso del tiempo para mí es como si se hubiera detenido...». Su tiempo y mi tiempo, lleno de matices.

 

Días después, el resultado de la TC confirmaba que el antibiótico no tenía su lugar aquí y ahora. Compartir con Lola el camino paralelo que se iniciaba, con miedo a utilizar ciertas palabras estigmatizadas, pero sin desdibujar la historia... nos adentraba en el tercer encuentro «sagrado». Y escuchaba su pensamiento en paralelo que compartía: el porqué yo, la culpabilidad ligada al tabaco durante años, los silencios, el qué pasará, qué me harán, no querer compartirlo de momento con los hijos para evitar que sufran, preocupación de qué pasará con su madre, de quien es cuidadora principal, la vivencia de su marido en este nuevo camino... Pero, sin duda, el «tengo miedo» con que se despidió Lola me acompañó durante días. Me hizo indagar en nuestro quehacer, en el día a día, y el hecho de que no solo nos enfrenta a la curación de la enfermedad, sino también a la angustia, la soledad, el abandono... Y cuán importante es reconocer nuestras limitaciones en el arte del curar, siendo clave otros artes como el de aliviar y acompañar2.

 

La historia de Lola continúa por el nuevo camino marcado desde el inicio de esa tos que no se marchaba. Le propuse escribir este artículo conjuntamente, pero respondió que no se sentía preparada aún para ello. Escribiendo estas líneas revisité la narración de WIT. Amar la vida donde escenas, diálogos y sensaciones trazan un vínculo con Lola. Las letras y el cine se ofrecen como un espejo, una herramienta3 de la que aprender, entre otros temas, la importancia de cómo comunicar, de la mirada autorreflexiva y la percepción subjetiva del tiempo entre unos y otros4.

 

Bibliografía

  1. Gérvas J, Pérez Fernández M, Gutiérrez Parres B. Consultas sagradas: serenidad en el apresuramiento. Aten Primaria. 2009;41(1):41-4.
  2. Cassell EJ. The nature of suffering and the goals of medicine. N Engl J Med. 1982;306:639-45.
  3. García JL, Gallegos D, Gómez C, Suberviola V, Blanes C, Costa AM. Reconocimiento y cine: nuevas formas de aproximarnos. Rev Med Cine. 2012;8(1):19-29.
  4. Bayés R. Tiempo y enfermedad. Estudios de Psicología. 2002;23(1):101-10.

AMFj2013;2(2):6

AMF 2013;9(3);1726; ISSN (Papel): 1699-9029 I ISSN (Internet): 1885-2521

Cómo citar este artículo...

Serrano Ferrández E. La historia de Lola: del otro lado de la mesa a la pequeña pantalla. AMF. 2013;9(3).

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