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Mayo 2020
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Retos de la Atención Primaria de Salud desde la perspectiva de género. Sesgos e innovaciones

M.ª Teresa Ruiz Cantero

Catedrática de Medicina Preventiva y Salud Pública Grupo de Investigación de Salud Pública. Universidad de Alicante. CIBERESP

Lydia Salvador Sánchez

Especialista en Medicina Familiar y Comunitaria Gerencia Regional de Salyd de Castilla y León Coordinadora del Observatorio de Salud y Género de SOCALEMFyC

M.ª Teresa Ruiz Cantero

Catedrática de Medicina Preventiva y Salud Pública Grupo de Investigación de Salud Pública. Universidad de Alicante. CIBERESP

Lydia Salvador Sánchez

Especialista en Medicina Familiar y Comunitaria Gerencia Regional de Salyd de Castilla y León Coordinadora del Observatorio de Salud y Género de SOCALEMFyC

Puntos clave

  • Casi 30 años después de las primeras evidencias científicas sobre sesgos de género en la atención sanitaria, estos se mantienen pese al abundante conocimiento existente.
  • Es pertinente considerar la interacción sexo-género para evitar sesgos de género en el esfuerzo diagnóstico y el abordaje en la Atención Primaria de Salud.
  • Múltiples enfermedades se expresan de forma diferente en hombres y mujeres. No considerarlo produce sesgos de género asistenciales en perjuicio de las mujeres.
  • Las innovaciones de género contribuyen a repensar por qué y cómo los sesgos de género inducen a conceptos erróneos de ciertas enfermedades.
  • Existe potencialidad de incorporar la perspectiva de género en las estrategias desarrolladas en Atención Primaria, más allá de la atención clínica.

 

Introducción

La revista Nature Communications1 ha publicado evidencias acerca del mayor retraso diagnóstico en mujeres que en hombres en al menos 700 enfermedades. Las mujeres son diagnosticadas de cáncer 2,5 años más tarde que los hombres, y 4,5 años después en la diabetes. La única excepción es la osteoporosis, cuyo diagnóstico se retrasa más en hombres. El estudio, realizado en la Universidad de Copenhague, contó con datos de casi 7 millones de hombres y mujeres del sistema de salud danés durante un período de 21 años. El mensaje es que las estrategias nacionales establecidas deben considerar las diferencias entre ambos sexos en los síntomas y signos. Con el conocimiento existente, ya no podemos utilizar el modelo de «talla única», donde el modelo de enfermar es el de los hombres.

 

Las investigaciones desde la perspectiva de género y el paradigma de la medicina basada en la evidencia comparten la hipótesis de que existen imprecisiones empíricas en la práctica médica2. Tras casi 30 años de producción de nuevo conocimiento desde la perspectiva de género en gran número de enfermedades, son múltiples las revistas científicas de alto factor de impacto que publican nuevos avances con el fin de mejorar las prácticas asistenciales, y que sean más eficientes y equitativas.

 

En Atención Primaria (AP) existen menos publicaciones respecto a otras especialidades sobre la experiencia en la incorporación de la perspectiva de género tanto en la atención sanitaria, como en los programas y la cartera de servicios, así como en la evaluación de resultados3. En el reciente Marco Estratégico de AP4, no se ha incluido el enfoque de género en la valoración de los problemas de salud, ni en la planificación y análisis de las distintas estrategias establecidas. Aunque hay múltiples guías para la elaboración y evaluación de programas de salud con enfoque de género, en la mayoría de las comunidades autónomas aún no se ha sistematizado un procedimiento que analice sus servicios y, entre ellos, la cartera de servicios de AP5. Así, no siempre se desagregan los datos entre hombres y mujeres, ni se analizan las diferentes prevalencias ni coberturas de servicio por sexo. Tampoco es habitual considerar el impacto de género que puede tener una intervención. Para la mayoría de los sistemas de salud la perspectiva de género consiste en tener adecuadamente cubiertos los servicios preventivos o de atención propios de la mujer: mamografías, cribado de cáncer de cérvix, vacunación del virus del papiloma humano, climaterio...

 

Este artículo pretende mostrar información sobre las diferencias en el enfermar inherentes al sexo, sesgos en la atención sanitaria, en el esfuerzo diagnóstico y el abordaje, en perjuicio de las mujeres; y la contribución de la perspectiva de género a repensar por qué y cómo los sesgos de género pueden inducir un concepto erróneo de ciertas enfermedades, sobre todo en las mujeres. Además, se esboza la potencialidad de la perspectiva de género en estrategias desarrolladas en AP, más allá de la atención clínica.

 

Sesgos e innovaciones de género en la atención sanitaria

El concepto de sesgos de género aplicado a la atención sanitaria acapara múltiples indicadores, desde el retraso diagnóstico y terapéutico hasta los sesgos por mala clasificación diagnóstica. Además de «sesgos de género», en la literatura científica se puede encontrar bajo el paraguas de denominaciones tales como «inercia clínica» y sus relacionadas «inercia diagnóstica e inercia terapéutica», «sesgo implícito», «sesgo inconsciente», «conocimiento tácito», prejuicios, estereotipos...; su interés sigue en aumento y afortunadamente se van proporcionando piezas de información sobre los mismos en múltiples patologías.

 

En 1991, un artículo fundamental publicado en The New England Journal of Medicine6 inició el debate sobre los sesgos de género en la atención sanitaria. Se detectó una diferencia significativa según sexo en la realización de angiografías coronarias en los pacientes hospitalizados en los hospitales de Harvard y New Haven por enfermedad coronaria, mayor en hombres que en mujeres, incluso controlando por edad, comorbilidad y gravedad. Al no seguir el prototipo ni en síntomas ni en signos (el de los hombres) en bastantes ocasiones, la enfermedad concreta —como es el caso de los infartos— no es sospechada en las mujeres. Las consecuencias son errores y demoras en el proceso diagnóstico y en la estrategia terapéutica, y pronósticos inciertos en términos de morbilidad y mortalidad.

 

Esta situación parte de la presunción errónea de igualdad entre mujeres y hombres en el curso de la enfermedad, es decir, en la expresión de las enfermedades, en la respuesta a los tratamientos y en los pronósticos7.

 

De forma alternativa, se ha planteado que las mujeres y los hombres tienen diferente perfil de salud por ser esencialmente distintos en su biología. Ciertas enfermedades en las mujeres han sido reconocidas empleando la lógica de la «diferencia» y la «alteridad» respecto a los hombres. Por ejemplo, las mujeres son etiquetadas con mayor frecuencia de problemas de salud mental, cuando si a la depresión y ansiedad se le añaden el alcoholismo y el suicidio, la prevalencia es similar en ambos sexos. Antes del descubrimiento del Helicobacter pylori como agente causal de la úlcera péptica, la prevalencia en las mujeres se creía inferior a la de los hombres (ratio 4:1), al relacionarse el riesgo con patrones masculinos como el fumar tabaco. El tabaco como riesgo de enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) era la razón de un diagnóstico menos frecuente de esta enfermedad en las mujeres, lo que afortunadamente se va superando con la realización de espirometrías. No obstante, el análisis de las decisiones en AP para mujeres y hombres con idéntica EPOC, realizado en 547 médicas y médicos de familia en España8, mostró que la EPOC fue diagnosticada con mayor frecuencia en hombres respecto a mujeres, entre las médicas (84,4 versus 49,9%) y entre los médicos (78,5 versus 57,8%), y se ordenan espirometrías con mayor frecuencia en hombres que en mujeres (68,1 versus 46,8%).

 

Este enfoque reduccionista sigue en el imaginario profesional, y se relaciona con un esquema de diagnóstico diferencial aprendido y, por tanto, esperado en cada sexo. A menudo se produce en enfermedades cuya manifestación es eminentemente sintomática y sin signos clínicos objetivos, como las que se expresan a través del dolor. Pero, sorprendentemente, los errores diagnósticos en perjuicio de las mujeres también ocurren en enfermedades con signos clínicos objetivos. También se pueden producir infradiagnósticos en los hombres, como en la osteoporosis, que supone aproximadamente un tercio del total, al ser más sospechada y buscada en las mujeres en la menopausia. En definitiva, los sesgos de género en la atención sanitaria también se producen cuando se presuponen diferencias en la expresión de las enfermedades entre ambos sexos, que son erróneas.

 

Para afrontar los retos de género en investigación y en la práctica profesional, es útil considerar que la perspectiva de género hace especial énfasis en determinar cómo la toma de decisiones en la atención sanitaria y en la generación de conocimiento pueden ser sesgadas en función de la prevalencia de las enfermedades por sexo y de las diferencias fisiopatológicas entre mujeres y hombres:

  1. Enfermedades de mayor prevalencia en un sexo (se reduce la sospecha diagnóstica en el sexo que menos la padece), como la osteoporosis ya mencionada, el lupus eritematoso o la artritis reumatoide más pre­valentes en mujeres, o la espondiloartritis, el cáncer de colon y recto, o de pulmón, más prevalentes en hombres.
  2. Enfermedades con diferente edad de inicio, sintomatología (el infarto) o respuesta al tratamiento [menor tasa de retención (abandono de los programas de aplicación de fármacos anti-TNFa) en mujeres que en hombres con artritis psoriásica]; así como diferentes pronósticos (en traumatismos craneoencefálicos).
  3. Enfermedades únicas de un sexo (por ejemplo: enfermedades ligadas a la reproducción).

En la página web del proyecto Gendered Innovations de la Universidad de Stanford (https://genderedinnovations.stanford.edu/case-studies-medicine.html) se explicitan los beneficios de incorporar y analizar la interacción sexo-género en el infarto, y en otros casos de salud y medicina (cáncer de colon, osteoporosis, nutrigenómica, detección precoz del virus de inmunodeficiencia humana mediante nanotecnología, métodos de determinación dietética), y de manera indirecta también relacionados con la salud en las secciones de ciencias, ingeniería y medioambiente. Además, puede ser de utilidad consultar la monografía titulada Perspectiva de género en medicina9, publicada en el año 2019.

 

Razones de los sesgos de género en la atención sanitaria: qué se postula en la literatura científica

Ciertas corrientes teóricas feministas se han aplicado a la comunicación médica/paciente y han sido testadas mediante estudios cualitativos. La médica de familia noruega Kirsti Malterud10 es referente en la generación de datos empíricos sobre los síntomas por sexo como fuente de conocimiento médico. Ha publicado evidencias desde la semiótica médica sobre la interpretación que el médico/médica hace del mismo síntoma o signo clínico dependiendo de su presentación en un hombre o una mujer (por ejemplo: el dolor).

 

Desde la narrativa médica, la historia clínica y las diferencias existentes entre lo que las y los pacientes cuentan y lo que se registra son objeto de estudio. Pueden coincidir, pero no siempre. En el caso de la espondiloartritis (tabla 1 véase en www.amf-semfyc.com)se muestra la discordancia entre lo que cuentan quienes la padecen y lo registrado en su historia clínica, razones y consecuencias.

 

La capacidad de observación de las médicas y médicos también ha sido objeto de estudio desde la perspectiva de género. Los sesgos de género en el esfuerzo diagnóstico/terapéutico en el infarto se han explicado a partir de los límites profesionales relacionados con la experiencia personal y profesional y su influencia en la perspectiva desde la que observa y lo que puede ver. Por ejemplo, explicar que los sesgos de género en la atención al infarto de las mujeres se producen por ser «infartos atípicos» está relacionado, como ya se ha comentado, con aceptar que el «infarto típico» es el de los hombres, cuando frecuentemente el «infarto típico de las mujeres» es diferente.

 

Una reflexión importante: existe conocimiento sobre sesgos de género en patologías diagnosticadas mediante pruebas complementarias específicas, en las que partiendo del diagnóstico se determina si se ha realizado la prueba diagnóstica con mayor frecuencia en pacientes de un sexo que en el otro. Pero la mayoría de las enfermedades solo requieren para su diagnóstico una anamnesis y un examen físico, donde el conocimiento, la actitud y la experiencia personal y profesional pueden malinterpretar los síntomas y signos. En consecuencia, para seguir eliminando sesgos de género de la atención sanitaria, es crucial =redirigir la mirada a las enfermedades cuyo diagnóstico depende de la interpretación de signos y síntomas.

 

La Atención Primaria de Salud interesada en la perspectiva de género. A propósito del dolor precordial

A continuación, se relata la evolución del conocimiento producido en AP sobre el dolor precordial hasta nuestros días. Es interesante por ser investigaciones centradas en un síntoma: el dolor precordial, en lugar de en el diagnóstico de una enfermedad como suele ser habitual en los estudios de sesgos de género.

 

Hace 10 años se investigaron las diferencias por sexo en la presentación y diagnóstico del dolor precordial en 1.212 pacientes atendidos por 74 médicos de familia11. Las mujeres mostraron más trastornos psicógenos (mujeres: 11,2%, hombres: 7,3%, p = 0,02), y los hombres más enfermedad coronaria (mujeres: 13%, hombres: 17,2%, p = 0,04). Se detectaron diferencias por sexo en la etiología y las características clínicas de la enfermedad coronaria, pero no se pudo dar respuesta a si estas diferencias apoyarían las recomendaciones para diferentes enfoques de diagnóstico en la enfermedad cardiovascular según el sexo.

 

Del mismo estudio, en 2011 se publicaron nuevos hallazgos12. En concreto, que, debido a la presentación de síntomas menos típicos en las mujeres, desde la AP los hombres son referidos con mayor frecuencia para pruebas de esfuerzo que las mujeres (mujeres: 4,1%, hombres: 7,3%, p = 0,02) y al hospital (mujeres: 2,9%, hombres: 6,6%, p < 0,01). Y en 201313 se aporta una información complementaria más concreta, al no detectar diferencias en la localización precordial de la enfermedad coronaria según sexo; se llegó a la conclusión de que la localización del dolor no discrimina la enfermedad coronaria de otras patologías con dolor precordial.

 

En 2018, la evidencia de sesgos de género en la atención sanitaria en perjuicio de las mujeres con dolor precordial aumentó. Partiendo de reconocer la escasez de estudios sobre las diferencias por sexo en el manejo ambulatorio de este dolor, desde una cohorte de dolor torácico en la comunidad se estudiaron 672 pacientes atendidos en 59 centros de AP de Suiza14. Los resultados muestran que, pese a que la presentación de dolor torácico de origen cardiovascular era la misma en hombres y mujeres (17,5 versus 14,8%), los hombres tenían 2,5 veces más probabilidad de derivación a cardiología que las mujeres (16,6 versus 7,4%, odds ratio: 2,49 IC 95%: 1,52-4,09), no variando tras ajustar por edad y factores de riesgo de enfermedad cardiovascular.

 

Pero no siempre los hallazgos son tan consistentes, y a menudo aportan la respuesta a la pregunta de otras razones por las que se producen los sesgos de género en la atención sanitaria. En 2019, una publicación15 contradijo la idea de la presentación atípica del infarto en las mujeres. Realizada con 1.941 pacientes (39% mujeres) con sospecha de síndrome coronario agudo en urgencias, cuantifica las diferencias por sexo en la «presentación típica y atípica», pero de una forma más detallada, a partir de: la naturaleza del dolor, la localización, la irradiación y los síntomas adicionales.

 

El dolor de pecho fue el síntoma de presentación en el 91% de los hombres y el 92% de las mujeres, de los que devino el diagnóstico de infarto de miocardio en el 16% de los hombres y el 12% de las mujeres. Lo curioso es que los síntomas típicos fueron más frecuentes en las mujeres que en los hombres con infarto de miocardio (77 versus 59%; p = 0,007). Las autoras y autores argumentan que los estudios no utilizan definiciones estandarizadas del dolor precordial como síntoma de presentación (por ejemplo: un término como malestar torácico puede traducirse como ausencia de dolor torácico, etiquetándose de presentación atípica), y que las médicas y médicos reestructuran activamente la información de las y los pacientes hasta que se ajustan a los criterios de diagnóstico que consideran aplicables para una patología determinada.

 

La ciencia genera paulatinamente piezas de información, como los sesgos de género en la atención a la enfermedad coronaria, cuyas razones no se explican. En sus inicios la idea primordial era la menor prevalencia en mujeres que en hombres, lo que lideraba la acción inmediata más frecuente en estos. Posteriormente, fue la falta de conocimiento la razón en el origen de los sesgos de género, en la medida que el infarto en las mujeres no era el típico respecto del manifestado en los hombres. Pero cuando ya se ha producido un amplio volumen de evidencia sobre esta distinta forma de cursar la enfermedad coronaria, dar respuesta a las razones de estos sesgos sigue pendiente.

 

Qué y cómo hacer para incorporar las innovaciones de género en medicina: la interacción sexo-género en las espondiloartritis

Las espondiloartritis (EsPA) son un grupo de enfermedades que pueden presentar distintas manifestaciones clínicas, por lo que cuantificar la actividad de la enfermedad y su respuesta a los tratamientos supone un reto. La Sociedad Internacional para la Determinación de las Espondiloartritis desarrolló criterios de clasificación, en 2009, basados en la presentación clínica predominante, y definió la EsPA axial, radiográfica o no radiográfica, en la que prevalece el dolor de espalda crónico, aunque también puede tener manifestaciones periféricas, y la EsPA periférica en la que prevalecen la artritis, la entesitis y la dactilitis.

 

En el estudio de caso de las innovacio­nes de género en relación con la EsPA, que se expone en la tabla 1 muestra el «cómo hacer» para identificar la utilidad asistencial de la perspectiva de género y las consiguientes desigualdades de género16-19:

  1. En el retraso diagnóstico: aunque ha disminuido en los últimos años tras la publicación de los últimos criterios diagnósticos, el retraso diagnóstico sigue siendo muy prolongado en ambos sexos, y superior en las mujeres. Pese a que ambos sexos buscaron asistencia sanitaria tras el inicio de los síntomas en un tiempo similar y aunque no existieron diferencias en la presentación clínica (dolor de espalda habitualmente), las mujeres esperaron más tiempo a un diagnóstico correcto.
  2. En la derivación a servicios especializados: una información complementaria relevante es que la mayoría de pacientes son atendidas y atendidos en AP, pero solo un tercio de los hombres y un cuarto de las mujeres son derivados a reumatología. Además, un 20% de las mujeres y un 14% de los hombres fueron remitidos por servicios no sanitarios, lo que indica que los niveles de asistencia primarios y secundarios no están funcionando bien en esta enfermedad. Las mujeres acuden más a los servicios de urgencias, y desde allí fueron remitidas a reumatología en mayor número que los hombres. El mayor tiempo sin diagnóstico y sin tratamiento emerge como la causa que les hace acudir a este servicio buscando solución a su malestar.
  3. En el diagnóstico: el retraso en el diagnóstico de la EsPA se ha asociado a los errores diagnósticos. En la primera visita médica un tercio de los hombres son diagnosticados correctamente frente a una décima parte de las mujeres, pese a presentar el dolor axial en la misma proporción. En las mujeres los diagnósticos erróneos previos al diagnóstico de EsPA fueron ciática, fibromialgia y artritis reumatoide, y en los hombres, sobre todo, hernia discal.
  4. En la consulta especializada: en el nivel terciario asistencial también se producen sesgos de género en el esfuerzo diagnóstico. Las manifestaciones clínicas recogidas en las historias clínicas de reumatología no coinciden en parte con lo referido por los y las pacientes. Las mujeres expresan más dolor axial que lo escrito en las historias y los hombres expresan más dolor periférico que lo recogido en aquellas. Este dependerá de la habilidad de la paciente para expresarse y del conocimiento y las habilidades clínicas del médico o médica para observar e interpretar a quienes las padecen. Así que es posible que tras el diagnóstico de EsPA se recoja en la historia clínica lo que se espera encontrar según la literatura científica o las manifestaciones más frecuentes en cada sexo.

 

 

El reto diagnóstico de la EsPA radica en el sistema sanitario, y una de las causas es el bajo nivel de sospecha de las y los profesionales sanitarios de la existencia de la EsPA en mujeres. Se han publicado varios estudios para valorar si la puesta en marcha de diferentes estrategias para la detección precoz de esta enfermedad consigue una mejoría del retraso diagnóstico. El proyecto español Esperanza diseñó una vía clínica por la que médicas y médicos de AP enviaban a las unidades de EsPA de manera directa y sin demora asistencial a pacientes con una serie de criterios clínicos, consiguiendo disminuir el retraso diagnóstico26,27. El proyecto Radar realizado en diversos países, entre ellos España, también demostró una disminución del retraso tras acordar con especialistas de AP diversas estrategias de derivación de pacientes con ciertas características clínicas sugerentes de EsPA28. En Nueva Zelanda se realizó una campaña mediática amplia en televisiones y periódicos, durante 3 meses, para sensibilizar a la población sobre la espondilitis anquilosante y la EsPA. Los anuncios se colocaron para llegar al objetivo principal, que era la población de entre 18 y 52 años, y en ellos se explicaban las características del dolor lumbar inflamatorio. Hubo un aumento de derivaciones desde AP de un 63% con respecto a los 3 meses previos a la campaña, tanto por concienciación de los médicos de AP como por nuevas consultas de pacientes29.

 

Innovaciones de género en Atención Primaria de Salud más allá de la atención a problemas de salud: hacia dónde y cómo

Así como cada vez existe más información sobre los sesgos y las innovaciones de género en la práctica de la atención a múltiples patologías, falta información desde la perspectiva de género sobre formas de implementarlas en los distintos ámbitos de asistencia. Si en las estrategias de AP no se incorpora este enfoque, se estará perpetuando la inequidad sobre la atención a las mujeres, ya que el sistema sanitario no solo debe ser neutro, sino proactivo en reducir las desigualdades.

 

Debemos analizar los problemas de salud y los factores de riesgo en hombres y mujeres, teniendo en cuenta sus actitudes hacia la salud, las diferencias en la accesibilidad a los sistemas sanitarios, los resultados en salud de las actuaciones, etc., de forma que seamos capaces de separar las diferencias que se deben a la biología (sexo) y las que se deben al género, construcciones sociales que van a tener consecuencias para la salud: sobrecarga de cuidados y tareas domésticas y baja autoestima en mujeres, necesidad de demostrar invulnerabilidad en hombres, etc.

 

Se trata de tener en cuenta en todas nuestras actuaciones profesionales estos factores para una correcta asistencia integral de la salud, tanto en las tareas de prevención, promoción y educación para la salud, teniendo que abordar de forma diferencial algunos aspectos, como en la atención clínica, ya que también condicionará la adherencia terapéutica, los autocuidados, el abordaje familiar, las intervenciones grupales y comunitarias, en resumen, todas las actividades del ámbito de la AP.

 

Para ello, en la tabla 2 se analizan algunas de las más importantes herramientas y estrategias en AP que van a favorecer la sistematización del enfoque para que resulte fácil la visibilización de las inequidades y la posibilidad de actuar ante ellas. Por su relevancia, se explora la aplicación de la perspectiva de género en la cartera de servicios de AP, en los procesos asistenciales integrados, en las actividades preventivas y de promoción de la salud, en los enfoques de intervención clínica, en el trabajo con grupos socioeducativos y en la intervención comunitaria. Además, se ofrecen ejemplos de su aplicación práctica para apoyar su implementación.

 

La planificación de las estrategias debe incorporar un estudio de impacto de género, es decir, analizar de qué manera va a influir en hombres y mujeres su aplicación. También deben incluirse en su evaluación indicadores que, además de proporcionar datos desagregados por sexo, permitan analizar los aspectos cualitativos de género y proponer las mejoras imprescindibles.

 

Es importante destacar que, debido a que los y las profesionales sanitarios nos hemos socializado también en este sistema desigual, no es fácil percibir y analizar con este enfoque. Por eso, para que se integre definitivamente en la práctica clínica y en las estrategias primaristas, se debe formar a los y las profesionales en esta perspectiva.

 

Aunque lo ideal es incluirlo desde los currículos universitarios, en la docencia de residentes también se puede fomentar el análisis y la intervención clínica teniendo en cuenta el sexo y el género. Además, se debe introducir en los contenidos de la formación continuada de los profesionales en ejercicio desde los servicios de formación de las distintas gerencias.

 

En cuanto a la investigación en AP, es necesario incorporar el enfoque de género en todas las etapas del proyecto, y los criterios de aceptación de proyectos deben considerarlo como un criterio imprescindible de evaluación. Para ello, en la investigación primarista, como en otros ámbitos, debe impulsarse la utilización de guías existentes como las SAGER (Sex and Gender Equity in Research)30.

 

Todas estas intervenciones van a conllevar mejoras en la calidad asistencial, acercándonos a esa «atención centrada en la persona» (y sus condicionantes de la salud, entre ellos el género) que tanto defendemos desde todos los ámbitos sanitarios.

 

Resumen

Está demostrado que la perspectiva de género contribuye a las buenas prácticas profesionales, a la eficiencia y la equidad. En este artículo se ha realizado una incursión en los sesgos de género en el esfuerzo diagnóstico más conocidos, y en patologías cuya evidencia se ha publicado recientemente. Desde distintas líneas de investigación con perspectiva de género se está generando conocimiento en gran número de problemas de salud que nos ayudan a tenerlos en cuenta en la asistencia sanitaria para una mejor atención de las mujeres.

 

La perspectiva de género en medicina se legitima con la investigación, para lo que existen métodos sistematizados, así como el propio análisis crítico de la literatura científica. Buena parte del conocimiento existente sobre sesgos e innovaciones de género es en patologías cuyo diagnóstico se realiza con pruebas clínicas objetivas. Falta conocimiento desde la perspectiva de género en patologías que cursan con síntomas, como el dolor, y cuyo diagnóstico se realiza mediante anamnesis y examen físico, que es donde el conocimiento y la subjetividad de los y las profesionales adquiere protagonismo.

 

Estos sesgos de género en la atención sanitaria se originan desde la enseñanza de las carreras universitarias de ciencias de la salud y continúa en la divulgación a través de medios de comunicación especializados y de masas. En AP aún no se ha incorporado de manera manifiesta el enfoque de género, por ello se aportan innovaciones a destacar en las estrategias primaristas más importantes, más allá de la atención clínica, para su desarrollo ineludible.

 

Lecturas recomendadas

Ruiz Cantero M.a Teresa (Coord.). Perspectiva de Género en Medicina. [Internet.] Barcelona: Fundación Dr. Antonio Esteve, Monografía 39; 2019. https://www.esteve.org/libros/perspectiva-de-genero-en-medicina/

Monografía compuesta de 11 capítulos centrados en sesgos de género en la atención sanitaria a enfermedades y problemas de salud concretos. Los capítulos se derivan de publicaciones en revistas de alto factor de impacto, cuyas investigaciones se realizaron en España o en redes internacionales multicéntricas con colaboración de centros españoles. Sus contenidos están relacionados con la perspectiva de género en el infarto cerebral, las enfermedades cardiovasculares, reumáticas, infecciosas, respiratorias, digestivas, renales, gineco-obstétricas y la hipercolesterolemia familiar; junto con la perspectiva de género en pediatría y en personas mayores de 65 años. Asimismo, al final de cada capítulo se incluye un debate fruto de una reunión con varios especialistas en distintas materias.

Samulowitz Anke, Gremyr Ida, Eriksson Erik, Hensing Gunnel. «Brave men» and «Emotional women»: A theory-guided Literature review on gender bias in health care and gendered norms towards patients with chronic pain. Pain Res Manag. 2018; Feb 25;2018:6358624.

De la lectura de esta revisión bibliográfica se aprende sobre la multiplicidad de normas de género que existen en la atención sanitaria; tanto hacia hombres y mujeres con dolor (hombres estoicos, mujeres sensibles, mujeres histéricas, enfermedad inexplicable con mayor frecuencia en las mujeres), como hacia de qué manera hombres y mujeres afrontan el dolor (cómo pone la identidad de los hombres en peligro, cómo se aproximan los hombres [«Este no soy yo»], cómo lo hacen las mujeres [«Tengo que aprender»]), y también sobre los sesgos de género en el tratamiento del dolor (el esfuerzo de las mujeres por la legitimidad, y las diferencias en la medicación).

Bibliografía

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  12. Bösner Stefan, Haasenritter Jörg, Hani Maren Abu, Keller Heidi, Sönnichsen Andreas C, Karatolios Konstantinos, et al. Gender bias revisited: new insights on the differential management of chest pain. BMC Fam Pract. 2011;12:45.
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AMF 2020;16(5);250-257; ISSN (Papel): 1699-9029 I ISSN (Internet): 1885-2521

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Ruiz Cantero M, Salvador Sánchez L. Retos de la Atención Primaria de Salud desde la perspectiva de género. Sesgos e innovaciones. AMF. 2020;16(5):250-257.

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